domingo, 6 de abril de 2008

No Me Desampares Ni De Noche Ni De Día


Deimos… nunca había escuchado o leído antes ese nombre. Suena como a algo celestial. Gracias a la maravilla de los “Internet browsers” enseguida supe el significado del nombre y lejos de solo saciar mi curiosidad dejó en mi una mezcla de sentimientos: maravilla total y algo de susto.

Empecemos por el principio, Deimos llegó en una de esas épocas en donde la tristeza se manifestaba en mí en las noches en vela, la ropa oscura, el deseo de vivir en una cueva de anacoreta y la ausencia de la inspiración. La Navidad pasada, una amiga de esas que todo lo tienen y que asume que los demás todo lo tenemos también, para no repetir el regalo de los años anteriores (certificado de regalo para el spa), tuvo a bien regalarme una cita con una judía que asegura poder ver y hablar con el Ángel de la Guarda de las personas. Con ese optimismo característico de la época navideña, fui a reclamar mi “regalo”… No recuerdo casi nada de lo que mi ángel “habló” a través de la boca pintada de dorado de aquella mujer, pero si recuerdo que me dijo que era negro. Recuerdo también que no vaticinó ninguna nueva catástrofe en mi vida por lo que salí de la misteriosa cita como si el regalo hubiese sido un manicure de lujo como en años anteriores.

Meses después, comencé a tener sueños; de esos sueños que parecen muy reales en donde llega uno hasta a pensar en que el alma se despega del cuerpo y viaja a otros lugares y momentos, que no son solo sueños. En mis sueños me encuentro en le jardín de una casa desconocida y veo a Matías, mi hijito y a una niña de cabellos largos y rubios un poco mayor que Matías. Se quien es la niña aunque no la conozco en persona. Juegan y ríen con esa risa simple y pegajosa que solo tienen los niños, juegan con un hombre negro. El negro es muy alto, más alto y grande que cualquier hombre… Digamos que tiene una escala diferente a la nuestra. Claro que bien pudiera ser un pariente de Magic Johnson o Karim Abdul Jabar, pero lo que más me llama la atención es la dulzura infinita que tiene en sus ojos y la perfección absurda de su rostro… como la de un ángel.

Este hombre vestido de azul turquesa y piel de chocolate se acerca a mi y me habla… pero… me habla con ladridos! (Queridos lectores, les juro que no uso drogas ni cualquier otro tipo de sustancia que altere mi razón) Total, me ladra, y lo entiendo, sus ladridos de perro son su lenguaje!!! Me dice que su nombre es Deimos, que su trabajo es cuidarme mientras yo esté aquí. Me dice que me ama y me pide que vaya a donde él está, a ese lugar, que debo verlo. Me dice cosas que ya se y otras muchas que no se al momento del sueño y que después se me han ido revelando. Nunca he dudado de que seres celestiales nos acompañen y aunque me muero del susto, a cada rato le pido a Deimos que nunca deje de ladrarme…